Por otra parte, aumentó el uso de variedades ganaderas industriales, con una base alimentaria de importación, a expensas de las razas autóctonas españolas. También aumentó la estabulación del ganado gracias a la nueva rentabilidad que ofrecían los forrajes y piensos importados.
Al mismo tiempo, la presión de las repoblaciones forestales provocó una disminución de los pastos disponibles y, con idéntico efecto, se incrementaron los cultivos intensivos y los regadíos en las zonas donde tradicionalmente invernaba el ganado, con el consiguiente incremento del precio de los arrendamientos y la dificultad que entrañaba asegurarse los pastos.
Todos estos factores junto con la expansión urbana, las privatizaciones ilegales (dentro de una legislación muy permisiva en este sentido), la construcción de embalses y el gran desarrollo del transporte terrestre, socavaron la base de la trashumancia.
Desde 1931, es el Ministerio de Agricultura quien asume las competencias anteriormente delegadas en la Asociación General de Ganaderos del Reino, y durante más de medio siglo, la Dirección General de Ganadería, primero, y el Instituto para la Conservación de la Naturaleza (I.C.O.N.A.), después, han sido las entidades responsables de esta singular red de itinerarios ganaderos, cuya gestión ordinaria se halla actualmente transferida a las Comunidades Autónomas.
La historia de estos itinerarios es, por tanto, una parte importante de la de nuestro país y la conservación de este patrimonio vial trasciende del mero hecho económico de su utilidad para convertirse en la protección y rescate de uno de los más importantes monumentos de nuestro acervo cultural.