Romance de la loba parda

Estando yo en la mi choza pintando la mi cayada,

las estrellas altas iban, y la luna rebajada.

Mal barruntan las ovejas, no paran en la majada;

vide venir siete lobos por una oscura cañada,

venían echando a suertes a ver a quién le tocaba.

Le tocó a una loba vieja, patituerta, cana y parda

que tenía los colmillos como puntas de navaja.

– ¿Dónde vas loba maldita? ¿Dónde vas loba malvada?

– Voy por la mejor borrega que tengas en la majada.

Dio tres vueltas al redil y no pudo sacar nada

y a la otra vuelta que dio, sacó una cordera blanca.

– Aquí mis siete cachorros; arriba, perra guardiana,

que si me matáis la loba, la cena tenéis doblada,

y si no me la matáis, cenaréis de mi cayada.

Los perros tras de la loba, las uñas se esmigajaban;

siete leguas la corrieron por vegas y por montañas.

Al subir un alto cerro, por una sierra muy agria

le dan unos pechugones que en vilo la levantaban.

Al saltar un arroyuelo, la loba ya va cansada.

– Tomad, perros, la borrega; buena y sana como estaba.

– No queremos la borrega de tu boca alobadada,

que queremos tu pelleja pa el pastor una zamarra.

De tu cabeza un zurrón para guardar las cucharas;

de tus orejas pendientes y de tus patas polainas;

las tripas para vihuelas para que bailen las damas.

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